Sabor a Nostalgia
Es sábado 7:30 am, la alarma de mi celular no para de gritar que es hora, que el día empezó hace rato y que el sol esta cubriendo el mundo, en algunos sitios muy caluroso, en otros tímido ante el frio inerte de la tierra. Con letargo lo tomo y le doy al stop, por favor 5 minutos más pienso, mientras tanto siento mis parpados pesados, pues dormir 4 horas no es suficiente incluso para unos ojos con ganas de explorar el mundo.
Un pensamiento fugaz pasa por mi mente, Bogotá fría y tal vez lluviosa, pero enseguida mi consciente lanza un latigazo a mi corazón, ¡No!, no estamos en Colombia, si hay frío, pero no con aroma a patria. Me doy la vuelta mientras abrazo mi alma con bellos recuerdos:
“Seria genial solo vestir mi camiseta favorita debajo de una chaqueta ligera, jeans y mis botas de media caña, salir a la ruidosa ciudad en busca de un bicitaxi que me lleve a la avenida principal, y pronto llegar al apartamento de mi madre a disfrutar de una buena charla y un tinto con pan o mejor con empanada”.
Y de vuelta a la realidad estoy al otro lado del continente y paralelamente a la nostalgia me invaden las ganas de atrapar el mundo a dos manos, en mi mente resuenan las palabras de mi madre “a la tierra que fueres a hacer lo que debieres”, si, aquí estoy aprendiendo, pues estoy en un país diferente donde cada amanecer, con temperaturas bajo cero (al menos por los siguientes 3 meses), me esta lanzando retos vestidos de sacrificios en un lenguaje que apenas si entiendo y de hablar ni pensarlo, como quisiera que existiera una pastilla mágica y ser hábil con el inglés a la misma velocidad que parpadeo, pero ni pastilla ni velocidad, mi pobre oído colapsa junto con mi estómago cada vez que alguien interactúa conmigo y yo solo rezo para no meter la pata (como decimos en Colombia) y con timidez me lanzo a balbucear mis respuestas con mi super acento bogotano. Piensa en ingles me dicen, y yo desesperadamente solo busco en mi limitado vocabulario los buenos días… como esta.
Al fin encuentro el valor y me levanto, voy directo a la cocina a preparar mi café, infaltable por cierto, sin pan y mucho menos empanada, pero con la novedad de ver la nieve por primera vez. Afuera todo está cubierto de blanco, las calles lucen diferentes y parece que estoy en una escena de película, la nieve cae impoluta y sin prisa mientras yo alisto a mi hija con su traje de invierno para salir a jugar y por primera vez darle vida al señor de la nieve, si ese de los dibujos animados y la televisión con una zanahoria como nariz y palitos sin forma haciendo las veces de brazos.
Bueno ya acaricié el alma con el aroma de mi café colombiano, y estoy lista para salir a vivir y a respirar el frio congelante de mi sueño hecho realidad, por ahora me aferro a los buenos recuerdos, le doy una probadita al invierno y atesoro en mi corazón el calor de los que dejé atrás cuando volé con la esperanza en pausa y la incertidumbre del que será, como será y hasta cuando será…
¿Qué a que sabe la nostalgia? Vuela lejos de casa y lo descubrirás.